Gonzalo Catalinas es profesor en la Escuela de Arte de Zaragoza y dedica su tiempo libre a su gran pasión, la danza.

Ángel Morollón en su entrevista nos recomendó hablar con Gonzalo por su arte a la hora de expresar todo tipo de emociones con el cuerpo.

¿La danza es un hobby o una profesión?

Depende, hay temporadas. En verano al tener vacaciones y teniendo en cuenta que los interinos nos vamos al paro, tienes que buscar que ese hobby no sea un hobby. En verano doy clases en festivales o hago actuaciones… Cuando te ves con tiempo es que es increíble. Durante el año es realmente un hobby que puedo compatibilizar perfectamente con mi trabajo. La danza no es un medio de vida porque la rentabilidad, aunque seas un bailarín profesional, no es alta. Es muy difícil conseguir una retribución proporcional al trabajo que conlleva.

¿Qué es para ti la danza?

La danza para mí fue un descubrimiento. No la encontré en mi educación, ni en mi seno familiar si no que fue al abrirme en Internet cuando la descubro. Mi primer interés fue hacia la performance y los abordajes, de alguna manera, menos ortodoxos dentro de la teatralidad, que estaban abiertos a cantidad de aspectos más contemporáneos y no a la clásica representación de un texto. A mí me interesaba intuitivamente, no sabía bien por qué.

¿Cómo nace este interés por la danza?

Yo tuve una profesora de teatro en Huesca cuando estaba estudiando Bachillerato que me marcó mucho, Inma Cáceres Valdivieso. Nos abrió a esto de la performance y nos hizo entender que un actor puede tener algo más que la función de interpretar. Nos apuntamos varios compañeros de clase y gente de otros institutos y fue un grupo muy potente. Nos abrimos todos mucho y entonces lo que se creaba no era una representación teatral sino una secuencia de performances, algunas ligadas a una música que le gustaba a uno, otras ligadas a una poesía que había escrito otro… Yo ahí ya conecté mucho con esa necesidad que tenía un poco latetente de conectar con facetas del ser con las que racionalmente es difícil lidiar pero que si investigas con el cuerpo y la imaginación se te ponen delante rápidamente.

¿Y partir de ahí como continuó tu relación con el arte?

En Madrid en la universidad ya empecé a hacer perfomance, videoclips, trabajos de ficción…siempre tratando de buscar conectar con la parte más poética o humana. La gran suerte es que donde estudié había muchas licenciaturas y eso era buenísimo. Creamos un colectivo con el que hacíamos eventos en los que se fusionaba pintura, moda, música en directo, danza… Digamos que aquella afición a la performance se empezó a convertir en una pasión que ocupaba casi todo mi tiempo libre.

¿Desde ese momento tus espectáculos siempre han sido con las mismas personas?

La verdad es que varío bastante. Tengo un grupo estable ahora mismo en el que trabajamos además de la danza butoh, con canto de armónicos y con instrumentos relacionados con un trabajo más sensorial, más meditativo o más étnico. Entonces fusionamos un poco esa mirada hacía dentro, hacia la raíz, hacia la parte más esencial aparte de que podamos ofrecer una dimensión teatral. También trabajo con los participantes del laboratorio de danza butoh que ofrezco en la ventana cultural, con los que además de la relación didáctica se suele crear una relación personal.

Lo que más haces es danza butoh, ¿en qué consiste?

Siempre he tenido una idea del arte, de la vida, un poco pluridisciplinar. La persona yo creo que está llamada a desarrollarse en muchas facetas. Aunque es verdad que me centrado más en el butoh. Yo creo que al final no me importa si una cosa es butoh o no es butoh. Al final es el pretexto para tener una pasión muy fuerte, una vía de descubrimiento. No es realmente una actuación, es un trabajo de apertura al inconsciente. Es un estado de libertad, de honestidad, de fluidez… Es posible que resulte a según quién perturbador, porque no juzgas lo que aparece, das cauce a tus luces tanto como a tus sombras… digamos que retomas esa libertad que desde pequeños nos han minado. Yo valoro mucho esa parte espontánea, hay que controlar técnicamente el cuerpo y lo que te rodea, pero dejando ante todo que salga la autenticidad del momento. Tienes que estar muy presente, no es un trance, al revés, es un trabajo de autodescubrimiento.

¿Cuál es el origen del butoh?

La danza butoh surgió en Japón al final de la Segunda Guerra Mundial. Japón tenía una crisis de identidad terrible, la mayor parte de la sociedad se quedó pasmada con la ocupación americana y sin embargo artistas que había bebido del dadaísmo, del surrealismo, del pensamiento contemporáneo… buscan las parte más misteriosa, más impulsiva. Es entonces cuando surge, y es curioso, porque he estado en Japón y no lo conocen tanto. Hay gente fascinante que lo está trabajando ahí pero hay compañías por todo el mundo. Es que el butoh no es algo estrictamente japonés. Hay gente de Japón que dice que sí, pero no me parece interesante su discurso porque una de las cosas que me fascina de esto es que nadie tiene derecho a decir qué es el butoh y que no es. Es un arte heterodoxo por antonomasia, es como el Zen, si lo intentas explicar te lo cargas. Es una actitud, es un camino de autodescubrimiento. A mí de nada me valdría que mis alumnos bailasen como yo, de hecho, no me gusta llamarles alumnos, es un concepto horrible ¡como si no tuvieran luz y todo el mundo tiene su luz! Lo bonito de esto es que el butoh lo puede hacer alguien con parálisis cerebral exactamente igual que un bailarín de clásico, cada uno tendrá sus dificultades pero los dos van a encontrar muchas. Esto es una forma de interrogarte sobre la existencia a través del cuerpo, y el cuerpo tiene respuestas que la cabeza jamás va a encontrar.

¿Es todo improvisación?

No, se puede estructurar y coreografiar, pero requiere un entrenamiento. Un entrenamiento de muchas facetas. Aparte de la flexibilidad, la fortaleza, la resistencia, entiendo que hay que entrenar la intuición para poder conectar con una fuente honesta de uno mismo. Es decir, no es imitar a una flor como si hicieras pantomima o teatro, sino que en este caso sería transformarte en una flor, lo que de una flor hay en ti. Cosas que no podemos describir porque no existen en el mundo real, pero que caben en nosotros. Lo que me fascinó de la danza butoh a mí es que no nace para demostrar nada, ni para narrar nada, ni con un fin puramente estético sino como una forma de abrirte y encontrar tu ser más auténtico. Para el mí el butoh más que un arte es una actitud. Y esa actitud la podemos poner servicio de un trabajo de improvisación con ciertas pautas o podía ser un espectáculo perfectamente estructurado en el que rescatas todos esos tesoros que vas encontrando en tu trabajo personal con el cuerpo.

¿Y en tu faceta profesional cómo introduces esta actitud?

En la escuela, a pesar de que me muevo en un entorno académico, también intento aportar esa parte personal. Yo estudié arteterapia y siempre aliento a la gente a que ponga algo de sí mismo en los trabajos. Intento poner esa parte personal, aunque cuando tienes 30 alumnos es complicado dar un trato personalizado. Me apoyo mucho en las nuevas tecnologías para abrir una ventana para intercambiar fuera del tiempo en el que tienes que hacer la programación en la que haya una parte de implicación. Cada curso hacemos un blog en el que todo el mundo tiene privilegios de administración y cuelga y comparte aquello que le gusta o que le ha llamado la atención.

Gonzalo Catalinas – http://gonzalo.catalinas.es