Gonzalo Borrás es Catedrático emérito de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo en la Universidad de Zaragoza.

Ramón Salanova en su entrevista nos recomendó hablar con Gonzalo Borrás por su arte en el mundo del mudéjar.

¿Cómo fueron los comienzos en historia del arte?

Mi vocación hacia la historia de arte fue una llamada real. Yo había estudiado derecho e historia contemporánea en Zaragoza. En los años 60 era habitual estudiar derecho y filosofía y letras simultáneamente. El catedrático de historia del arte con quien había estudiado, D. Francisco Abbad, tenía un sistema muy particular en el que los alumnos impartíamos la asignatura y él nos corregía. Como yo fui el único alumno matriculado y dos alumnos oyentes, después de un año te conoce muy bien.
Al finalizar la carrera, un día en las escaleras me preguntó: – Borrás, ¿quiere usted ser ayudante de historia del arte?
Y yo le dije: – Pues sí D. Paco, porque es la primera oferta de trabajo que me hacen.
Y esa fue mi vocación por la historia del arte. No estudie especialidad historia del arte, si no historia contemporánea, así que mi vocación fue la oferta de trabajo.
Cuando ahora se habla de no poder trabajar en la materia en la que se ha formado, me produce una cierta hilaridad porque generalmente, en casi todas las trayectorias personales hemos acabado trabajando en aquello que hemos encontrado.

¿Cómo continuó esta trayectoria?

Toda mi trayectoria ha sido de historiador del arte como profesor. Mi plataforma ha sido la de un profesional de la historia que me he dedicado muy poco a la crítica de arte. Nos mirábamos en el espejo de una generación que habían sido excelentes críticos de arte. El historiador y crítico Juan Antonio Gaya Nuño, que defendía que no se podía ser crítico de arte sin haber sido historiador, que no se podía valorar lo nuevo sin conocer la tradición y que un historiador del arte no debería quedarse sólo en la tradición, sino llegar a nuestros días. En la práctica profesional sólo soy crítico de amigos y a petición.

¿Algunos de esos amigos?

En primer lugar de Pablo Serrano, tuve tanta amistad que fui su padrino en su nombramiento Honoris Causa, además nos unía ser turolenses los dos.

Salvador Victoria, pintor, otro de los artistas que ya tenía una relación muy estrecha. Pero cuando murió Pablo le dije que era el artista aragonés que tenía que tomar el relevo, algo de lo que no era consciente. Ahora tiene su fundación en Rubielos de Mora que preside su viuda.

Así que realmente no hacía crítica solo de artistas amigos si no de artistas muy consagrados.

Después los artistas de mi generación, varios de ellos del Grupo Azuda 40, formado por una serie de pintores que se agruparon para impulsar su presencia en el mundo del arte. Tengo que destacar Pascual Blanco, pintor y profesor de la escuela de artes de Zaragoza. También Natalio Bayo, pintor consagrado y un artista muy completo, con quien me une una gran amistad y forjada tras trabajar juntos durante seis meses todas las tardes. Natalio era el diseñador y maquetador de la Enciclopedia Temática de Aragón y yo era el encargado de los volúmenes 3 y 4, correspondientes al arte.

José Luis Cano, diseñador de la tira del Heraldo de Aragón hasta no hace mucho tiempo. José Luis Lasala, pintor y jefe de la obra cultural de Ibercaja. Y Pedro Giralt, pintor y escultor. De todos ellos además tengo obra. Enrique Trullenque, gran promotor y dinamizador del arte en Alcañiz, pintor con vocación de modernidad, quien alentó un dinamismo cultural del bajo Aragón.

Entonces, ¿en qué consiste tu vida profesional?

Mi vida profesional ha transcurrido por la historia del arte, el estudio y la investigación, por los cauces habituales de un historiador del arte, como es promover simposios nacionales e internacionales. En este sentido, mi tema principal de estudio es el arte mudéjar.

¿Por qué el mudéjar?

Cuando me dicen si quiero ser ayudante, lo primero que había que pensar era en doctorarse, y para ello había que elegir un tema. Algo que fuera realizable, ya que yo no disponía de becas. Así que nos sentamos con el catedrático a ver qué aspecto del arte de Aragón era importante y estaba insuficientemente trabajado e investigado. Como mi maestro era medievalista, de común acuerdo entre todos decidimos que yo iba a estudiar arte mudéjar. Un tema que era controvertido, además no estaba aceptado por la historiografía dominante, y era sólo algo ornamental. Así que después de la tesis pensé que nunca volvería a tocar el tema.

Y ¿cómo pasa a ocupar su sitio el mudéjar en tu vida profesional?

En 1975 un grupo de turolenses, cuyo dinamizador era el profesor Santiago Sebastián y junto con Pablo Serrano entre otros, convocaron en Teruel un simposio internacional de mudejarismo. Para este simposio me encargaron la ponencia de arte y esa plataforma científica fue lo que cambió mi posición historiográfica. Desde entonces y durante cuarenta años se han venido celebrando en Teruel el simposio internacional de mudejarismo cada tres años. Esta plataforma me ha servido para poder ir trabajando poco a poco mi concepto del arte mudéjar. El libro «El arte mudéjar», publicado en Teruel en 1990 ha sido el clásico del nuevo concepto del arte mudéjar en el ámbito nacional e internacional.

La Caja de Ahorros de la Inmaculada me llamo para apoyar un centro de estudios mudéjares en Teruel 1993, que se creó con el apoyo de otras instituciones. CAI fue por tanto el impulsor de su existencia. Y es este centro quien convoca el simposio internacional, publica libros, edita una revista. Todo lo que se requiere para la investigación.

Estos hechos ¿atraen otros proyectos internacionales?

Más tarde me llamaron de la UNESCO para coordinar un programa de mudéjar en el mundo, ACALAPI, relación cultural de los países árabes con España e Iberoamérica y que se publicó en Zaragoza.

Otro proyecto importante es el de Museos sin fronteras, una ONG fundada por una austríaca basada en exposiciones territoriales, es decir, que el desplazamiento lo realicen las personas y no las obras de arte que están centralizadas en una zona. El proyecto que yo coordiné era sobre el arte islámico en el Mediterráneo, cada país del Mediterráneo tenía que elegir un tema que tuviera que ver con el islam y España eligió el mudéjar. De las 13 rutas nacionales en Aragón se hicieron 3: ruta de Teruel, ruta de Zaragoza y ruta de tierras de Calatayud. Esto ayudó a ampliar la declaración del mudéjar de Teruel al mudéjar de Aragón.

¿Qué te ha llevado a impulsar los estudios de arte aragonés?

Me ha interesado mucho poner el arte aragonés en el mapa del arte español. La presencia de Aragón tenga más fuerza en la cultura española de la que nos corresponde por número de habitantes.

Por eso me llena de orgullo decir que la escuela de historiadores del arte de Zaragoza es una de las más reconocidas del país, cuyo órgano oficial de investigación es la revista Artigrama que yo fundé en 1984. Esto pone la investigación de la escuela de Zaragoza en el mapa nacional e internacional.

Otra de mis preocupaciones fue la docencia en enseñanza media. Durante once años en los cursos de verano de la Universidad de Teruel manteníamos un curso de Didáctica de la Historia del Arte para toda España. Aquí nos poníamos de acuerdo en cómo había que transmitir la Historia del Arte en enseñanza media.

Hemos intentado cambiar la educación y el gusto, transmitiendo un concepto, que la obra de arte es un documento plástico para entender un momento. Por eso intentamos implicar a los alumnos en el interés artístico del lugar.

 

Gonzalo Borrás http://es.wikipedia.org/wiki/Gonzalo_M._Borr%C3%A1s_Gualis