Ramón Salanova es presidente del Consejo Consultivo de Aragón. Ha ocupado numerosos puestos en la administración lo cual le ha llevado a vivir un aprendizaje constante.
Eloy Fernández en su entrevista nos recomendó hablar con Ramón por su amplio conocimiento de la administración pública.
¿Por qué decides entrar en la administración pública?
De alguna forma fue de casualidad. Yo me especialicé en derecho administrativo y entonces como yo era de una familia de siete hermanos, yo era el segundo, mi padre trabajaba como un enano y decidí hacer la oposición. Salió la oposición para secretario de la administración local, categoría superior, me presenté y la saqué.
A partir de ahí fue un no parar…
Así es. Cuando aprobé, a los 23 años, empecé como secretario del Ayuntamiento de Calatayud. Dos años después estuve en el ayuntamiento de Barbastro. Ahí estuve yo creo que once años. Después estuve de secretario cinco años en la Diputación de Huesca. Cuando estuve en Barbastro me presenté a las elecciones con el PSA. Entonces vino todo el lío de las negociaciones con el PSOE, a mí no me gustó y como yo tenía mi profesión decidí continuar con mi profesión. Yo en ese momento estaba en Huesca, había montado un despacho, y Santiago Marraco me estaba insistiendo mucho para que bajara a Zaragoza y pusiera en marcha la administración local.
¿Y cuál fue tu decisión?
Yo tardé en decidirme porque económicamente no tenía color el asunto y llegó un momento en el que me planteé si quería seguir en Huesca y decidí que eso no era lo que quería y me vine a vivir a Zaragoza. Estuve en la administración local. Tras un tiempo ahí, se produce el cese de Santiago Marraco. La verdad es que yo he tenido mucha suerte, tengo compañeros que saben mucho y no ha tenido tanta suerte como yo. Entonces llegó el nuevo presidente y como le gustaba mucho lo que estaba haciendo decidió que yo continuara en mi puesto. Yo seguí ahí y entonces vino la moción de censura de Pepe Marco y yo salí de mi puesto. Tuve la suerte de irme a las Cortes a una plaza de letrado que había. Era un tema absolutamente jurídico. Y como disponía de más tiempo me ofrecieron ir como profesor a la Universidad y acepté. El tema de los alumnos es muy gratificante.
Pero tú tenías una ilusión, ¿verdad?
Sí,yo tenía una cierta ilusión, y era lógico, de ser secretario del Ayuntamiento de Zaragoza. Ahí se produce una cosa curiosa, es la única cosa en la que digamos que la suerte no estuvo de mi cara. Luego te das cuenta de que fue mejor no haber tenido suerte en ese momento. Salió un concurso, yo salí el primero, la junta de representantes dio su ok pero no salía el nombramiento. Pasaba el tiempo y aquello no salía. Llegan las elecciones y gana el PP. Me llama Luisa Fernanda Rudi para consultarme si me parecía más correcto nombrarme o sacar otra vez el concurso. Yo le dije que si me nombraba no había ningún problema jurídico porque nadie salía perjudicado pero efectivamente en la normativa ponía que había un plazo para resolver. Yo le dije que hiciera lo que considerara y ella decidió convocar el concurso de nuevo. Sorprendentemente se presentó otra persona que claramente tenía más apoyos así que quede sin el puesto. En paralelo Manuel Giménez Abad me había propuesto otra cosa y estaba esperando mi respuesta y le dije que sí.
Y de nueva otra curiosidad…
Así es, me piden que sea gerente de urbanismo porque había una cierta sensación de desconfianza con lo que se estaban haciendo en urbanismo y querían que fuera a poner orden. Entonces me fui a urbanismo. Estuve gerente dos años y pico. Tenía un equipo estupendo. Trabajamos como enanos pero con mucha ilusión. Al cabo del tiempo yo me di cuenta de que el poner orden ya estaba hecho y que por tanto mi labor había acabado. Entonces se produce la situación, para mí también inesperada, de que Manuel Giménez Abad me llama y me dice que quiere crear el puesto de secretario general técnico y que quería contar conmigo. Puse sobre la mesa las cosas para ver qué me convenía más y tras hablar con la alcaldesa decidí aceptar el puesto de secretario general técnico. Y muy bien hasta que sorprendentemente se produjo el pacto PSOE y PAR, pero una vez más tuve suerte y deciden que me quede. Seguí las siguientes legislatura y después se produce el cambio de gobierno y entonces cesé y pasé a un puesto más tranquilo. Cumplí 70 años y ahí me aburría. Por amor propio cumplía la jornada laboral pero veía que ya no quería estar más ahí y a principios del año pasado decidí que quería jubilarme en julio.
Y cuando pensabas ya en la jubilación recibes una llamada, ¿quién era?
La presidenta. Me pregunta si quiero formar parte del Consejo Consultivo de Aragón. El tema jurídico me gusta, conozco perfectamente la administración y acepto. Cuatro o cinco horas más tarde me llamó el consejero y me dijo que no sólo querían que fuera miembro del consejo sino que fuera presidente. En ese momento ya tenía la vida resulta, los hijos mayores… por lo que no tenía grandes ataduras, así que decido no pedir la dedicación exclusiva ya que así trabajaré por amor al arte, me entretendré, iré con la cabeza bien alta y podré viajar y tener la vida que me gusta. Y eso es lo que hago ahora. Estoy encantando, bueno nunca digo encantado, siempre digo razonablemente bien. Es una forma muy bonita de acabar mi vida profesional.
¿Cuál es tu labor en el Consejo?
Llegan temas y los reparto entre los distintos miembros en función de su especialidad. Yo me quedo los más novedosos, que me hacen pensar y descubrir nuevas cosas. Hay algunos asuntos que legalmente es obligatorio que dictaminemos sobre ellos y otros sobre los que hacemos un dictamen facultativo. Nos mandan los expedientes, estudiamos los aspectos jurídicos y hacemos un dictamen. Tratamos temas muy diversos.
Has tenido una vida muy activa…
Ha sido una vida profesional muy gratificante. Cada cambio de puesto te obliga a ponerte al día, no sólo desde el punto de vista técnico sino desde el punto de vista mental, de las relaciones humanas.
Tú que has sido funcionario, ¿qué opinas del funcionariado?
Cuando se dice que el funcionario es vago es mentira. Es vago si no tiene qué hacer. La gente lo que quiere es trabajar, quitando un porcentaje, como en todos los sitios. Cuando pones en marcha un proyecto interesante la gente trabaja muchísimo. Si la gente está aburrida como una ostra y no cree en lo que hace pues claro que no hace nada. El problema de la persona que con toda ilusión aprueba una oposición es se queda en ese puesto prácticamente de por vida y eso no te permite llevara cabo nuevos proyectos.
¿Y cuál es el problema entonces?
El problema es que la administración es demasiado farragosa.Es verdad que la administración es excesiva aunque comparativamente con otros países no lo es. El problema sobre todo es de organización.